miércoles, 16 de abril de 2008

¿POR QUÉ CORRES?

¿POR QUÉ CORRO?
Juan Manuel Ruiz García, “juanete”


La motricidad es un elemento consustancial a la vida. Se define como la posibilidad de cambiar de sitio o de orientación algunos elementos del ser vivo. Hasta los vegetales, considerados erróneamente como seres vivos estáticos, desplazan algunas partes de su cuerpo: las raíces y ramas muy lentamente, las hojas y las flores se orientan, y las semillas pueden viajar largas distancias.
El ser humano se mueve y para ello posee un aparato motor muy desarrollado. Nos movemos para comer, para relacionarnos y reproducirnos, como estrategia de supervivencia huimos o nos escondemos. Esta motricidad o capacidad de transporte precisa de un gasto de energía que el organismo realiza en la medida en que podrá restituirlo por obra precisamente del propio movimiento. Buscamos alimentos y sólo lo hacemos si el gasto energético de buscar lo vemos recompensado con lo encontrado, al menos al nivel de expectativa.
En la naturaleza el movimiento, por tanto, no es un objetivo sino un medio o instrumento para acceder mejor o para incrementar nuestra capacidad de supervivencia. Los animales que como el ser humano han evolucionado en ambientes donde había que buscar alimento desplazándose, han acomodado su actividad metabólica al ambiente de escasez, y por tanto, la activación de mecanismos instintivos de saciedad y por tanto de no ingesta, han quedado muy mermados en nuestra programación genética. Estamos expuestos a que se puedan producir desequilibrios entre lo consumido y lo gastado que puede generar no sólo episodios de desnutrición y merma paulatina, por tanto, del peso y estructura del individuo, como de obesidad. Pero así como la desnutrición severa acaba provocando la muerte segura y rápida del individuo, no así la sobreingesta. Más peso provoca mayor gasto de energía por unidad de desplazamiento, por lo que cada nivel de ingesta acaba provocando un nivel estable de peso, a menos que el propio peso acabe haciendo imposible el movimiento y otros individuos le den alimento, en cuyo caso el individuo crecerá hasta la muerte. Por ello, cuando la estructura económica de reparto hace que algún individuo reciba alimento sin necesidad de movimiento, si no existieran mecanismos culturales de activación de la saciedad o del gasto superfluo el sujeto acabaría muriendo de sobrepeso o explosión.
Tenemos programado genéticamente la