domingo, 9 de octubre de 2011

¿COMO CORRES?

¿CÓMO CORRES?
Juan Manuel Ruiz García, “juanete”

En el año 2008 escribí sobre “¿Por qué corres?”, un compendio de razones para realizar esta actividad tan lúdica, cultural y humana: no se concibe la evolución humana sin la carrera a pie. Pasados ya algunos años desde aquella reflexión sobre las causas, años de entrenamiento, práctica y competición atlética, se impone hablar sobre cómo corremos, el modo de acometer esta actividad física.

Lo que llama la atención, porque nos distingue del resto de los mamíferos, es que el ser humano camina, corre y esprinta erguido, apoyado únicamente sobre dos de sus extremidades. Esto sólo fue posible gracias al desarrollo de un complejo sistema de coordinación y equilibrio, lo que científicamente se denomina propiocepción, que como un sexto sentido guía nuestros pasos a través de las irregularidades del terreno. Wikipedia dice que:
“la propiocepción es el sentido que informa al organismo de la posición de los músculos, es la capacidad de sentir la posición relativa de partes corporales contiguas. La propiocepción regula la dirección y rango de movimiento, permite reacciones y respuestas automáticas, interviene en el desarrollo del esquema corporal y en la relación de éste con el espacio, sustentando la acción motora planificada.”

En suma, durante la carrera nuestro sentido propioceptivo integra la información visual y auditiva del equilibrio, los datos sobre la posición y estado tensional de nuestros músculos, así como las señales nerviosas que recibe desde los pies, y hace posible que el cerebro, de forma automática, responda dinámicamente a todos estos estímulos y deseos para dar una respuesta neuromotora que hace posible el movimiento eficaz en equilibrio según el canon propio del ser humano.

Desearía recordar una frase del

miércoles, 16 de abril de 2008

¿POR QUÉ CORRES?

¿POR QUÉ CORRO?
Juan Manuel Ruiz García, “juanete”


La motricidad es un elemento consustancial a la vida. Se define como la posibilidad de cambiar de sitio o de orientación algunos elementos del ser vivo. Hasta los vegetales, considerados erróneamente como seres vivos estáticos, desplazan algunas partes de su cuerpo: las raíces y ramas muy lentamente, las hojas y las flores se orientan, y las semillas pueden viajar largas distancias.
El ser humano se mueve y para ello posee un aparato motor muy desarrollado. Nos movemos para comer, para relacionarnos y reproducirnos, como estrategia de supervivencia huimos o nos escondemos. Esta motricidad o capacidad de transporte precisa de un gasto de energía que el organismo realiza en la medida en que podrá restituirlo por obra precisamente del propio movimiento. Buscamos alimentos y sólo lo hacemos si el gasto energético de buscar lo vemos recompensado con lo encontrado, al menos al nivel de expectativa.
En la naturaleza el movimiento, por tanto, no es un objetivo sino un medio o instrumento para acceder mejor o para incrementar nuestra capacidad de supervivencia. Los animales que como el ser humano han evolucionado en ambientes donde había que buscar alimento desplazándose, han acomodado su actividad metabólica al ambiente de escasez, y por tanto, la activación de mecanismos instintivos de saciedad y por tanto de no ingesta, han quedado muy mermados en nuestra programación genética. Estamos expuestos a que se puedan producir desequilibrios entre lo consumido y lo gastado que puede generar no sólo episodios de desnutrición y merma paulatina, por tanto, del peso y estructura del individuo, como de obesidad. Pero así como la desnutrición severa acaba provocando la muerte segura y rápida del individuo, no así la sobreingesta. Más peso provoca mayor gasto de energía por unidad de desplazamiento, por lo que cada nivel de ingesta acaba provocando un nivel estable de peso, a menos que el propio peso acabe haciendo imposible el movimiento y otros individuos le den alimento, en cuyo caso el individuo crecerá hasta la muerte. Por ello, cuando la estructura económica de reparto hace que algún individuo reciba alimento sin necesidad de movimiento, si no existieran mecanismos culturales de activación de la saciedad o del gasto superfluo el sujeto acabaría muriendo de sobrepeso o explosión.
Tenemos programado genéticamente la